Aunque el educador y folclorista guatemalteco Zoel Arturo Valdés Molina dejó de existir físicamente el pasado martes en la noche, su legado quedará para que las próximas generaciones conozcan y conserven la cultura ancestral de Guatemala.
Valdés falleció en el Instituto de Previsión Social de la zona 9, donde permanecía desde hacía algunos días por una neumonía consecuencia de un cáncer que le afectaba.
El último día en que subió al escenario fue el pasado 29 de abril, durante la celebración del Día Internacional de la Danza, en la Sala Efraín Recinos del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias. En esa ocasión fue ovacionado por los asistentes.
Vida y obra
Zoel Valdés nació en Cobán, Alta Verapaz, el 18 de febrero de 1937. Estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Fue maestro, investigador y folclorista. Por muchos años impartió clases de Artes Plásticas.
En la década de 1980, como director de Educación Estética, empezó a promover la cultura guatemalteca en el magisterio. “Él recorrió todo el país ofreciendo charlas acerca del folclor nacional, y por eso los maestros lo conocían y querían mucho. También publicó una serie de libros de Artes Plásticas que muchos usamos en el colegio. Hace tres años le rindieron un homenaje porque cumplió 50 años en la docencia”, expresó Sabby Gálvez, directora general del grupo Proyección Folclórica Zoel Valdés, que él fundó en 1977.
Como investigador, tuvo una labor muy importante. Uno de los rescates más relevantes por el cual se le reconoce es el del Paabanc.
Su grupo
A raíz de sus investigaciones formó su grupo de danzas folclóricas, al que le dio su nombre.
Sus montajes reflejan el sentir del pueblo guatemalteco representado en sus etnias maya, xinca y garífuna.
Con sus estampas promovió la riqueza de las danzas, bailes y rituales de las culturas guatemaltecas. Él siempre declaró ser “un eterno enamorado de su patria”. A Valdés no le importaba lo estético en sus representaciones, sino la veracidad de los bailes en sus formas más originales.
Con ese grupo participó en festivales en todos los departamentos de Guatemala. Además, viajó a Chile, México, Honduras, Francia, Bélgica, Corea, Estados Unidos, El Salvador, Eslovaquia y Polonia. En este último país obtuvo el premio Lo Mejor de lo Mejor, por la autenticidad de sus proyecciones.
Fue reconocido con muchas condecoraciones, entre ellas la orden Francisco Marroquín en 1983. En 1984, el Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala reconoció a su grupo como “el más auténtico y genuino”. También fue premiado en Estados Unidos y España, por sus investigaciones.
En el 2002 fue condecorado por la municipalidad capitalina.
Entre su legado, además de las danzas, están dos publicaciones: una sobre identidad nacional y la otra acerca de recetas de platillos regionales.
Fuente: Lucía Herrera / Prensa Libre
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